Todavía recuerdo el día que fui a ver Match Point a los cines Avenida. Acababa de llegar a Madrid y estaba abrumada por todo lo que me ofrecía la capital, no había sentido mi pueblo tan pequeño en toda mi vida. No he podido olvidar los carteles gigantes que plagaban las fachadas de la Gran Vía, especialmente uno de Antonio Banderas, que al estar pintado a mano le hacía una nariz muy aguileña. Eran carteles imperfectos pero con mucho encanto. Sin embargo, el tiempo pasa para todos, las cosas cambian y estas pinturas han ido desapareciendo. Hace dos años cerraron los cines Avenida y en su lugar han construido un H&M, una tienda de ropa barata de importación que está ahora muy de moda, los entendidos dicen que es la mejor que la cadena ha puesto en la capital. Situaciones similares han vivido otros cines del centro de Madrid, el último el Palacio de la Música hace menos de un año. Lo que conocí cuando llegué ha ido desapareciendo. Ahora, para ver una película de estreno hay que ir a los grandes centros comerciales de las afueras, porque al parecer ir al cine por si mismo resulta insuficiente, muchos no lo conciben si antes no han hecho unas compras para la familia. Dicen que esto es fruto de la evolución. Y en 2010 se ha hecho especialmente patente con la instalación de la tecnología 3D en gran parte de las salas españolas. Cadenas como Kinepolis fueron pioneras hace años pero ha sido la película Avatar, con su reclamo publicitario, la que ha dado el impulso definitivo. Y si hay algo que James Cameron sabe hacer tan bien como dirigir películas es ganar dinero. Un filón millonario como este no podía desperdiciarse y la película llega a modificar lo que hubiera sido su final lógico para dar paso a lo que será una trilogía. Otras, como Furia de titanes, que no he tenido el placer de ver, incluso han adelantado su estreno para aprovechar este filón.
Algunos sentimentales no aceptamos que el cine sea simplemente dinero y entretenimiento a base de efectos especiales. Sino que es mucho más. Emoción, identidad, cultura. No olvidemos eso nunca. Porque una buena película te puede alegrar el día y quedan millones de grandes historias por contar. Entre los nuevos formatos y la imposición del doblaje, ¿dónde quedará el cine español? Aunque a muchos les duela también forma parte de nosotros. La evolución es necesaria e inevitable, pero barajemos las consecuencias. Al igual que el cine en sus inicios comenzó como atracción de barraca, hasta hace unos años el 3D estaba limitado a los parques de atracciones, no era más que una manera de pasar el rato. Es un privilegio poder disfrutar así de grandes películas y no de los tristes documentales de animales marinos que ofrece, por ejemplo, el Imax de Madrid. Sin embargo, asusta pensar que dentro de unos años la forma haya superado definitivamente al contenido y las salas de los centros comerciales estén copadas por la tecnología 3D para la séptima parte de Piratas del Caribe, mientras que directores como Roman Polanski o Todd Solondz queden relegados a pequeñas salas marginales. Quizá para entonces al público ya no le interesen las reflexiones sobre la vida porqué esté muy ocupado viendo explosiones nucleares.
Ojalá que Avatar no se convierta en el canon de película a seguir. Porque podría ser una buena película, pero no lo es. Nos introduce en un universo fantástico, totalmente innovador, y no pretendo menospreciar sus valores técnicos y artísticos, que desde luego tiene y son muchos. Como ya demostró en Titanic, James Cameron es un autentico visionario, un excelente director capaz de levantar a público y crítica. Sin embargo, es un mediocre guionista y eso pesa. Sería un detalle que alguien le explicara que las películas que no pasan de dos horas y media son igualmente dignas, y que la mayoría de las veces se agradece. La historia de Avatar ya nos la han contado mil veces y quinientas de ellas mejor narradas. Detrás de ese enternecedor mensaje de defensa de la naturaleza, en la que la malvada raza humana está acabando con todo a su paso sin razón aparente, la película acaba reducida a una historia de buenos y malos en la que al protagonista lo define su silla de ruedas y al villano una cicatriz en la cara, bien podríamos estar ante una cinta de Disney que sale directamente en dvd, pero se trata de la película del año. Cuando salí del cine estaba cansada, aburrida y sentía que me habían tratado como a una idiota. Mi sorpresa fue mayúscula cuando pregunté a mis acompañantes, todos estaban encantados, radiantes, emocionados, parecía que en lugar de salir del cine acabaran de bajar del Dragon Kan. Meses más tarde, la Academia de Hollywood reafirmó la teoría de mis amigos ensalzando Avatar como una de las mejores del año. Los críticos decidieron premiar la originalidad y los nuevos formatos, ¿quien busca ya enamorarse del protagonista, ir al cine a reír o llorar, si puedo ver unos impresionantes señores azules volando de flor en flor? El consuelo que me queda es que finalmente no le dieran el oscar a mejor película, al menos este año ganó el cine.
Estamos ante el futuro. Pues qué pena.
Almudena Vázquez