lunes, 24 de mayo de 2010

LA CULTURA DEL PROTECCIONISMO

Los rifirrafes entre Apple y Microsoft, y los recientes órdagos de Google y su novedosa tecnología Android llenan las páginas de los diarios internacionales. La protección de la propiedad intelectual se extiende también a la esfera tecnológica. El debate está servido.

Los avances tecnológicos no dejan de derribar barreras, y cada día incluimos en nuestro ajuar diario aparatos y utensilios que se convierten en indispensables y que hace años seguramente nunca imaginamos que seríamos capaces de utilizar. Resulta curioso imaginar lo cargados que iríamos con todos esos archivos de Word que escribimos desde el trabajo y que nos enviamos por email para terminarlos en casa. Caminaríamos por la calle con papeles y más papeles que seguramente se nos caerían en algún momento del trayecto del trabajo a casa o de casa a la Facultad. Tendríamos que viajar con una maleta extra para empaquetar todas las imágenes que nos traemos cada vez que vamos de vacaciones, o entraríamos al lugar de trabajo con una sospechosa carpeta llena de folios que pretendemos repasar antes del examen de la tarde, en esos ratos muertos del horario laboral.

En cambio, llenamos bytes y más bytes de toda esa información, que nos acompaña siempre, pero dentro de nuestro bolsillo en el teléfono móvil o en memorias externas; o en ese ambiente intangible que ocupan -no sé muy bien dónde- nuestros correos electrónicos. El almacenamiento de datos sin ningún interés futuro se convierte en algo difícil de controlar. No es hasta que necesitamos encontrar algo concreto que no nos damos cuenta del desmadre en el que hemos convertido nuestro ordenador o nuestra cuenta de correo.

La tecnología avanza, pero en el fondo casi todos buscamos lo mismo en nuestros aparatos, y eso lo saben bien los fabricantes, que incorporan en sus productos aquellos elementos que más utilizamos. No sorprende demasiado que esta realidad acarree pisotones entre las numerosas marcas, y que las tecnologías sean esencialmente las mismas pero que busquen la exclusividad a pesar de ofrecer utilidades muy similares.

En el momento actual, probablemente resultaría abrumador contabilizar la cantidad de patentes y registros de todas las utilidades que presentan los aparatos tecnológicos que utilizamos todos los días, por lo tanto es comprensible que la innovación tenga que incorporar un control minucioso de aquello que ya está inventado, para no buscarse problemas con otras marcas. La innovación tecnológica ha incorporado a su actividad un elemento hasta ahora propio de, por ejemplo, el mundo del arte, en el que el plagio se controla de manera estricta, para proteger la propiedad intelectual. Y es que la tecnología ocupa un lugar destacado en nuestro día a día, y las ideas parecen deber protegerse igual que si se tratase de una expresión artística.
Leyre Peletier

martes, 18 de mayo de 2010

KICK ASS: SUPERHOMBRES POCO CORRIENTES

Todos hemos pensado alguna vez sobre el hecho de convertirnos en héroes; vestirnos un atuendo característico e impartir justicia a base de golpes. El protagonista de la película, Dave Lizewski, decide llevar a cabo este sueño universal. Según él, un superhombre no debe tener habilidades especiales, sólo optimismo y un alto grado de estupidez. Con esta afirmación no cabe duda de que lo que vamos a presenciar no va a ser una historia demasiado épica.

Mark Millar crea un nuevo concepto de los héroes: no son tan puros como Superman, ni tan marginales como los Watchmen. No buscan el bien común, ni la redención. No son incontrolables como Hulk, ni tienen poderes que conlleven una gran responsabilidad como Spiderman. No son tan infalibles como Batman, ni tan cutres como SuperLópez. Son simplemente humanos de carne y hueso que utilizan las redes sociales de Internet para promocionarse. Aquí se rompe con el tópico de los héroes como proscritos. No combaten contra el crimen para garantizar la seguridad ciudadana, sino por motivos más individualistas. Kick Ass, apasionado de los comics, busca ganarse reputación a base de impartir justicia; mientras que los héroes más competentes: Big Daddy y Hit Girl sólo quieren saciar su sed de venganza.

Destaca un guión más propio de Tarantino o Guy Ritchie que de un cómic para niños. Ni rastro de paladines educados y puritanos en esta película. Son personajes que no se cortan a la hora de acabar el trabajo y no se cuestionan tanto la moralidad de sus actos como los clásicos. La violencia y el humor negro son constantes, pero a pesar de ello se puede percibir humanidad entre tanta sangre.

No es una obra maestra que será recordada en la historia del cine, pero la gente que la vea no la olvidará fácilmente. Dosis de risa y entretenimiento aseguradas.

Jorge Lanza

domingo, 16 de mayo de 2010

CRÍTICA: ALICIA EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS

Título original: Alice in Wonderland
Director: Tim Burton
Intérpretes: Mia Wasikowska, Johnny Depp, Helena Bonham Carter, Anne Hathaway
Género: Drama. Estado Unidos. 2010
Duración: 108 minutos

Alicia en el país de las maravillas no es una historia para niños aunque muchas veces se la haya considerado como tal. El sombrerero loco, la reina roja o el gato de Cheshire, el surrealismo de Lewis Carrol está plagado de personajes increíbles con un significado mucho más complejo y profundo de lo que pueda llegar a comprender un niño de nueve años. La primera adaptación para la pantalla grande vino a cargo de la factoría Disney en la década de los cincuenta con uno de sus filmes menos alabados. Ahora, Tim Burton hace lo propio con actores de carne y hueso empleando las últimas tecnologías digitales. Pero se trata de una nueva Alicia. La película combina elementos de Alicia en el país de las maravillas y de su segunda parte, Alicia a través del espejo, consiguiendo una historia diferente con una protagonista que ya no es una niña, sino una adolescente que se plantea su futuro: casarse o no con un hombre rico al que no ama. Esta premisa es la que activa el imaginario de Alicia, que escapa de la ceremonia en busca del conejo blanco, su mente vuela lejos antes de tomar tan importante decisión.

En el momento en que me enteré de que Tim Burton pretendía adaptar las novelas sobre Alicia pensé que no había nadie tan apropiado como él. Los mundos fantásticos de sus películas, los claroscuros, sus personajes inquietantes; todo ello hace de él un director con un carisma especial muy cercano al universo de Lewis Carrol. A pesar de que en su filmografía haya varias obras menores, el director de Ed Wood y Eduardo Manostijeras bien merecía ese voto de confianza. La nueva versión presenta un mundo onírico plagado de imágenes espeluznantes con un colorido y blancura inusual en la obra de Burton. El guión, de Linda Woolverton, no acaba de hilar bien las tramas, presenta escenas muy largas (como en la que Alicia consigue atravesar la puerta hacia el país de nunca jamás) que nos conducen hacia un final precioso en imágenes pero ausente de sentimiento, no llega a importar si es la auténtica Alicia que va a devolver la paz a su mundo, aunque en realidad, nunca ha existido la duda. La excentricidad y grandilocuencia de los personajes secundarios resulta excesiva en algunos casos como el de Johnny Depp en su rol del Sombrerero loco, que abandona la condición asexual a la que nos tiene acostumbrados para terminar enamorado de Alicia. Me faltan elementos para reconocer aquí una obra de Tim Burton, si a la salida del cine me dicen que está dirigida por cualquier otro me lo creo sin rechistar. Y es que hay algunas cosas raras en la película.

El director de Batman casi siempre se mueve entre el cine de autor y el comercial, y desde hace tiempo algo más en esta segunda vertiente. Prueba de ello es que haya permitido que la película se estrene en formato 3d cuando su rodaje original fue en 2d, añadiendo ciertos efectos de posproducción que no se si acaban de merecer ese plus en el precio de la entrada. Eso sí, destacar la labor de la fotografía y de la, como siempre, fantástica banda sonora de Danny Elfman. Desde Big Fish no ha realizado ninguna gran película, y con Alicia en el país de las maravillas tampoco lo consigue. Se ve bien, pero sin más.

Almudena Vázquez

domingo, 9 de mayo de 2010

CRÍTICA DE UNA JAM O UNA JAM CRÍTICA

El Boguijazz organiza una jamsession desde la lejanía para luchar por su reapertura

Desde que el Ayuntamiento de Madrid cerrara el Boguijazz en octubre de 2008, el blues madrileño acumula una cicatriz más en su maltrecha figura. Y es que la retirada de la licencia sorprendió mucho, al tratarse, el Bogui, de una de las salas más serias y maduras de la capital; con un público asiduo entre el que nosotros, sobreexcitados veinteañeros, solíamos ser, con diferencia, los más jóvenes.
Era una sala con clase, que cobraba entrada por los conciertos y que tenía servicio de camareros y reserva telefónica para las mesas. Sobre el escenario, ocupado en gran parte por un majestuoso piano negro de cola, infinidad de músicos protagonizaron momentos irrepetibles que sólo suceden cuando se tocan esas viejas canciones que no suenan dos veces igual.
Actualmente, la mítica sala sigue cerrada, pero según detalla su página web, se están realizando las obras necesarias con la intención de recuperar la licencia de apertura que le fue arrebatada sin demasiada explicación. Sea cual sea el futuro inmediato de este elegante garito, son muchos los que se han movilizado para pedir su pronta reapertura y para apoyar a las salas y a la música menos comerciales. La semana pasada se celebró en La Boca del Lobo una intensa jamsession con ese único propósito; y para defender a las minorías del acoso del que los más poderosos parecen librarse siempre. Se reunieron para la ocasión algunos de los mejores músicos de blues y de música negra del país, como Jairo Zavala y sus compañeros de Vacazul y Tresmil Hombres o los “exiliados” Los Reyes del KO, que muchos consideran la mejor banda de blues de España. Estos últimos abrieron una noche cien por cien bluesera que contó con alrededor de veinte músicos. Más de tres horas de jam con una idea en la cabeza que se manifestaba cada vez que el micro pasaba de mano en mano, al grito de “Free Bogui!”

Leyre Peletier

jueves, 29 de abril de 2010

PERDIDOS: LA RESUPUESTA FINAL

Mientras que en las grandes salas se proyectan películas de dudosa calidad, las series de televisión se encuentran en su momento álgido. Hoy en día, no hace falta ir al cine para disfrutar de una buena historia. Las series ya no se limitan a entretener, sino que se ven obligadas a satisfacer a una audiencia cada vez más exigente. En la actualidad generan discusiones y teorías entre sus seguidores. Plantean preguntas a la audiencia que no se producían desde que alguien mató a Laura Palmer en Twin Peaks.

Este año pequeñas obras maestras de la televisión como "A dos metros bajo tierra", "Los Soprano", "Dexter" o "Mad Men" quedan rebajadas a un segundo plano porque otra gran producción llega a su fin. El 23 de mayo se emite el último episodio de "Perdidos" - simultáneamente en todo el mundo - y las expectativas de sus seguidores son quizá demasiado altas. La serie ha planteado tantos misterios desde su primera temporada que parece imposible una resolución plenamente satisfactoria.

Desde la tercera temporada, los guionistas acordaron la fecha para el final de la serie. Sólo harían tres temporadas más. Declararon que ya tenían claro el desenlace, pero tenían que desarrollar los acontecimientos que llevarían a él. La última entrega comenzó con un ritmo lento y una reducción en la calidad de los guiones, pero continúo tratando los temas universales de siempre: destino, libre albedrío, redención, ciencia y fe. Todo ello acompañado de la música de Michael Giacchino (compositor en Up) y un elenco de actores de la talla de Michael Emerson y Terry O'Quinn. Y es que "Perdidos" se ha renovado de manera magistral en todas sus temporadas. Es un rompecabezas que, humildemente, me recuerda bastante a algunas novelas del realismo mágico de Sudamérica por su estructura no lineal y por la necesidad de tener que ordenar cronológicamente distintos acontecimientos. Primero se incorporaron los flashbacks de los personajes, más tarde los flashforwards o flashes del futuro y, por último, los flashes de una realidad alternativa. Ahora la audiencia debe encajar las piezas.

Ya desde la primera, aparecieron misterios bastante alejados de la realidad: un paralítico que vuelve a caminar en la isla, unos números que parecen tener un significado en las vidas de los náufragos, un monstruo de humo negro o el hecho de que los personajes se crucen en momentos pasados de sus vidas por alguna razón. Algunos de estos temas ya han sido respondidos y, en consecuencia, el show ha perdido parte de su magia, al no contentar a todos con su resolución. Desde que se introdujo la ciencia ficción en la cuarta temporada, algunos se sienten defraudados; sobre todo, por el hecho de que sus creadores y guionistas dijeran que no meterían viajes en el tiempo.

A falta de cuatro episodios, la sexta temporada, aunque tiene un leve aroma a primera, se aleja bastante de lo que muchos esperábamos. Hace escasos días acabaron de rodar el último capítulo. Así que la suerte está echada. Para disfrutar de la recta final, hay que contemplar la serie en su conjunto, como si acabásemos de poner la última pieza en un enorme puzzle. Aunque al final todo sea un sueño de Resines es difícil que "Lost" no marque un hito en la historia de la televisión, sobre todo por lo bien que nos lo ha hecho pasar.


Jorge Lanza

martes, 20 de abril de 2010

AVATAR (O UNA BONITA TARDE EN EL PARQUE DE ATRACCIONES)

Todavía recuerdo el día que fui a ver Match Point a los cines Avenida. Acababa de llegar a Madrid y estaba abrumada por todo lo que me ofrecía la capital, no había sentido mi pueblo tan pequeño en toda mi vida. No he podido olvidar los carteles gigantes que plagaban las fachadas de la Gran Vía, especialmente uno de Antonio Banderas, que al estar pintado a mano le hacía una nariz muy aguileña. Eran carteles imperfectos pero con mucho encanto. Sin embargo, el tiempo pasa para todos, las cosas cambian y estas pinturas han ido desapareciendo. Hace dos años cerraron los cines Avenida y en su lugar han construido un H&M, una tienda de ropa barata de importación que está ahora muy de moda, los entendidos dicen que es la mejor que la cadena ha puesto en la capital. Situaciones similares han vivido otros cines del centro de Madrid, el último el Palacio de la Música hace menos de un año. Lo que conocí cuando llegué ha ido desapareciendo. Ahora, para ver una película de estreno hay que ir a los grandes centros comerciales de las afueras, porque al parecer ir al cine por si mismo resulta insuficiente, muchos no lo conciben si antes no han hecho unas compras para la familia. Dicen que esto es fruto de la evolución. Y en 2010 se ha hecho especialmente patente con la instalación de la tecnología 3D en gran parte de las salas españolas. Cadenas como Kinepolis fueron pioneras hace años pero ha sido la película Avatar, con su reclamo publicitario, la que ha dado el impulso definitivo. Y si hay algo que James Cameron sabe hacer tan bien como dirigir películas es ganar dinero. Un filón millonario como este no podía desperdiciarse y la película llega a modificar lo que hubiera sido su final lógico para dar paso a lo que será una trilogía. Otras, como Furia de titanes, que no he tenido el placer de ver, incluso han adelantado su estreno para aprovechar este filón.

Algunos sentimentales no aceptamos que el cine sea simplemente dinero y entretenimiento a base de efectos especiales. Sino que es mucho más. Emoción, identidad, cultura. No olvidemos eso nunca. Porque una buena película te puede alegrar el día y quedan millones de grandes historias por contar. Entre los nuevos formatos y la imposición del doblaje, ¿dónde quedará el cine español? Aunque a muchos les duela también forma parte de nosotros. La evolución es necesaria e inevitable, pero barajemos las consecuencias. Al igual que el cine en sus inicios comenzó como atracción de barraca, hasta hace unos años el 3D estaba limitado a los parques de atracciones, no era más que una manera de pasar el rato. Es un privilegio poder disfrutar así de grandes películas y no de los tristes documentales de animales marinos que ofrece, por ejemplo, el Imax de Madrid. Sin embargo, asusta pensar que dentro de unos años la forma haya superado definitivamente al contenido y las salas de los centros comerciales estén copadas por la tecnología 3D para la séptima parte de Piratas del Caribe, mientras que directores como Roman Polanski o Todd Solondz queden relegados a pequeñas salas marginales. Quizá para entonces al público ya no le interesen las reflexiones sobre la vida porqué esté muy ocupado viendo explosiones nucleares.

Ojalá que Avatar no se convierta en el canon de película a seguir. Porque podría ser una buena película, pero no lo es. Nos introduce en un universo fantástico, totalmente innovador, y no pretendo menospreciar sus valores técnicos y artísticos, que desde luego tiene y son muchos. Como ya demostró en Titanic, James Cameron es un autentico visionario, un excelente director capaz de levantar a público y crítica. Sin embargo, es un mediocre guionista y eso pesa. Sería un detalle que alguien le explicara que las películas que no pasan de dos horas y media son igualmente dignas, y que la mayoría de las veces se agradece. La historia de Avatar ya nos la han contado mil veces y quinientas de ellas mejor narradas. Detrás de ese enternecedor mensaje de defensa de la naturaleza, en la que la malvada raza humana está acabando con todo a su paso sin razón aparente, la película acaba reducida a una historia de buenos y malos en la que al protagonista lo define su silla de ruedas y al villano una cicatriz en la cara, bien podríamos estar ante una cinta de Disney que sale directamente en dvd, pero se trata de la película del año. Cuando salí del cine estaba cansada, aburrida y sentía que me habían tratado como a una idiota. Mi sorpresa fue mayúscula cuando pregunté a mis acompañantes, todos estaban encantados, radiantes, emocionados, parecía que en lugar de salir del cine acabaran de bajar del Dragon Kan. Meses más tarde, la Academia de Hollywood reafirmó la teoría de mis amigos ensalzando Avatar como una de las mejores del año. Los críticos decidieron premiar la originalidad y los nuevos formatos, ¿quien busca ya enamorarse del protagonista, ir al cine a reír o llorar, si puedo ver unos impresionantes señores azules volando de flor en flor? El consuelo que me queda es que finalmente no le dieran el oscar a mejor película, al menos este año ganó el cine.

Estamos ante el futuro. Pues qué pena.

Almudena Vázquez